LOS CUATRO ACUERDOS.

Hola, ¿cómo estamos hoy?

Hace tiempo que quiero escribir sobre un libro que me gustó muchísimo y me ayudó a trascender cosas y me ayuda cada día. Aunque muchas veces me olvido de lo aprendido, tengo que re-aprenderlo, recordármelo a mí misma cada tanto, o más bien, todo el tiempo. Este libro me lo regaló una amiga a quien quiero mucho. Gracias, Maribel.

Comencemos por mencionar los cuatro acuerdos, que surgen de la sabiduría Tolteca (de wikipedia: “La cultura tolteca o civilización tolteca —término de origen náhuatl que tiene varios significados, los principales son ‘morador(es) de Tollan/Tula’¹​ (‘Lugar de tules’)²​ o ‘artista, civilizado, maestro’³​ (su autodenominación es desconocida)—, es una de las culturas prehispánicas arqueológicas de Mesoamérica. Sus primeros registros se remontan a mediados del S. vii (650 d. C., periodo epiclásico mesoamericano [c. 600-900 d. C.]) y culminó a mediados del S. xii d. C. (1150 d. C., periodo posclásico temprano [c. 900-1200 d. C.]; o bien, 1168 d. C./1-tecpatl).⁴​ Se asentaron principalmente en la zona del Valle del Mezquital en el actual estado de Hidalgo, mientras que su influencia cultural, artística y religiosa se diseminó hasta La Quemada y Chalchihuites (Zacatecas) al norte y hacia la Zona Maya (Chichén Itzá, Yucatán) y Nicoya (Costa Rica) al sur.⁵​ Algunos de sus principales centros fueron Huapalcalco (Tulancingo de Bravo, Hidalgo), Tulancingo (ibíd.) y su ciudad capital, Tollan-Xicocotitlan (Tula de Allende, Hidalgo). Esta ciudad es célebre por sus singulares estatuas de piedra, llamadas atlantes y es el sitio tolteca por excelencia.⁶​”

Esta información fue recogida en un libro por el Dr. Miguel Ruiz. (Miguel Ángel Ruiz es un autor, escritor y orador mexicano de textos y temas espiritualistas o neochamanísticos, influenciado por Carlos Castaneda.)

Estos acuerdos, son los siguientes:

🤝 Sé impecable con las palabras.

🤝 No te tomes nada personalmente.

🤝 No hagas suposiciones.

🤝 Da siempre lo mejor de ti mismo.

Parece fácil, ¿no?… Pues es un mundo. Creo que me da para cuatro posts.

SÉ IMPECABLE CON LAS PALABRAS…

Las palabras. Eso que parece tan inocente, que se lanza al viento livianamente, sin pensar. Muchas veces que se usan demasiado, hasta el hartazgo, y cuando se necesitan para decir lo verdaderamente importante, siempre se quedan cortas. Cuando amas a alguien, no alcanzan las palabras. Ya es hora de usar la telepatía (esto lo pensaba ayer después de recibir un mensajito de mi hija y sentir un amor profundo; les digo TE AMO todo el tiempo, pero no es suficiente).

Las palabras, de las que hablamos cuando mencionamos a Masaru Emoto, y su experimento con el agua. Cuando al agua (o al arroz hervido, o a nosotros mismos que somos un 70% de agua) le/les/nos tratamos con amor, el cristal es bonito. Cuando la /nos tratamos con desdén u odio, el cristal es oscuro y deforme. Se corrompe, está resentido, y sufre. Realmente, siempre hay sufrimiento en el ser de donde emanan palabras hirientes. Pero, aunque lo sepamos, y hasta podamos sentir compasión, nos hiere.

Las palabras, volviendo a lo de antes, pueden ser un arma arrojadiza, o un bálsamo de paz, aunque, para lo positivo, igual que para lo importante, siempre se quedan cortas. Curioso, ¿No?… Esto me hace pensar que el silencio es mucho más sanador y es mucho más un lenguaje de amor.

Las palabras que dices, que decimos, es porque las hemos pensado antes, casi siempre, aunque sea una fracción de segundo. Somos lo que pensamos, así que somos lo que decimos, y somos lo que hacemos. Por eso mi cruzada en pos de que estos tres actos vayan en la misma dirección. COHERENCIA, se llama. Para mí es un tesoro.

Esto lo puedes ir a prendiendo de varias maneras. Lo primero, hablar menos y escuchar más. No hablar por hablar. Yo generalmente noto mucha ansiedad en las comunicaciones humanas, por querer hablar, decir, tener razón, y regañar. Ay, cómo le gusta a la gente regañar, y echar culpas, como si sirviera para algo. Sólo causa dolor y empequeñece, a ambas partes. Esta manía por regañar no sé si es venganza de la niñez, que han sido muy regañados, o qué, pero la verdad, tengo que contar hasta 150000 y respirar mucho para no mandar yo un arma arrojadiza. ¿Les pasa algo parecido? ¿No están hartos de que les regañen? ¿Acaso seguimos siempre teniendo cinco años?… Me desespera.

Usar las palabras para manipular, otra arma arrojadiza. Triste, pero cotidiano, en los vínculos más cercanos. Igual que la amenaza y la burla, eso que se disfraza de chiste pero que hiere, porque denota la falta de cariño y cuidado, y consciencia del otro. Y ni hablar de la amenaza, para dominar a través del miedo. Una vibración realmente baja. Entonces, salvo que alguien te haya tocado mucho las narices (errare humanum est), no usar las palabras para herir.

Sé impecable con las palabras… Lo que digo lo hago. Lo que prometo lo cumplo. Sino, mejor no prometo. Lo que digo construye. Si le pongo alas a una oruga obtengo una mariposa. Pero, arrancarle las alas a la mariposa para tener una oruga, está feo. Que haya coherencia entre tus palabras y tus hechos, digamos, estaría bien hacer lo que decimos que vamos a hacer.

Para ser impecable, debo conocerme. ¿Qué quiero? ¿Qué siento? Y expresar esto lo más adecuadamente posible, para que el mensaje sea claro. La CLARIDAD, otro tesoro, escaso. Por eso es vital pensar antes de hablar y expresarse con la mayor claridad posible. Y si dices algo y no te entienden, intenta explicarte mejor. Si hieres sin querer, pide perdón. Si te dicen algo y no entiendes, pregunta; esto nos va a llevar a otro acuerdo: NO HAGAS SUPOSICIONES.

Con esto creo que ya tenemos bastante que pensar acerca de las palabras. Es todo un mundo, y tenemos mucho que auto-aprender de cómo las usamos, si a favor nuestro o en contra. Y qué podemos mejorar en este aspecto.

Te dejo por hoy, nos vemos pronto para desgranar juntas/os otro ACUERDO.