El mundial.

Hola todas y todos, qué tal? Estoy entusiasmada, contenta, emocionada y muy nerviosa por el partido de esta tarde. Argentina disputa la final del Campeonato Mundial de fútbol, y los nervios me tienen loca. Es increíble cómo un deporte puede calar tanto en los huesos, mover a la gente de esta manera, ilusionar, conmover… Mover y unir una nación entera. Estén sus habitantes diseminados por los más recónditos lugares del mundo o sigan viviendo en su barrio natal.

Hoy jugamos la final. Un partido que se luchó y se sufrió con cada partido previo. Desde el inicio, arrancamos con una derrota que podría haber sido desmoralizadora. Pero yo aprendo mirando a Argentina jugar, y encuentro en ese juego, esa pelea, esa garra, esa resiliencia que me hace ARGENTINA.

Se juega en equipo, se juega a matar o morir, se juega con pasión, con un poco de drama, con gritos desde las entrañas, con romanticismo. Todo eso que me hace argentina y me enorgullece. Se sufre, sí; no se puede ser indiferente. Aunque en mi vida no haya fútbol casi nunca, salvo cada cuatro años, se sufre. Se opina (como si supiera) y se habla con la pantalla y con los jugadores como si escucharan. No importa; se vive con vehemencia.

Y te ilusionas, y te pones la bandera, y gritas, y celebras.

Después de aquel primer partido, podría llamarse derrota, pero no, porque marcó las ganas, el hambre que vino después. La unión, “los huevos”, como decimos nosotros, el arrojo, la fuerza, se fue gestando con cada minuto de juego, cada partido.

El segundo partido jugamos contra México. Lo vimos en casa prestada. Me encontraba en Madrid, cerca de mis hijos, y nos juntamos en el piso de Airbnb (casa de J), con J (anfitrión incluído): vino, fondue, pizza, y fútbol. Vivirlo con mis hijos y mi compañero , y la familia en Buenos Aires al otro lado del teléfono, no tiene precio. La bandera colgando en la pared (J es español pero unió sus fuerzas). Se sufrió, claro. No podemos ganar fácil y del tirón. Hay que sufrir, está en los genes. Gritamos, nos volvimos locos y ganamos, con esfuerzo. Se notaba el temor hasta que el juego se abrió. Y ya recuperamos la ilusión.

El tercer partido, ya con más confianza pero todo pendiendo de un hilo, de un resultado adverso. Todo pende de un error, un acierto, una decisión. Con una sola todo puede cambiar. Y contra Polonia, ganamos, en un buen partido que nos hizo pasar a cuatros de final y respirar por un momento.

Me gusta ver los partidos, me gusta ver deporte por la tele en general. Me hace sentir positiva, fuerte, me contagia las ganas de sentirme fuerte, de entrenar, de desafiar los límites, de esforzarme. Creo que siempre es algo positivo. Se obtiene inspiración viendo a los deportistas.

Y llegó el partido contra Holanda. A los naranjas les ganamos en el ´78. Yo tenía cinco años y salimos a la calle con mis padres. Mi recuerdo es en la Avenida Santa Fe, con una mini banderita argentina. Este partido lo vimos en un bar (antes no fui a un bar porque grito mucho y digo palabrotas imposibles, y por supuesto, mucho “la concha de la lora”, es la que más digo, y me daba cosa ir a un bar). Pero fuimos. Reuní una amiga china-sueca, un amigo de la amiga que es noruego, mi pareja (sueco) y yo, todos por Argentina. En la mesa de atrás, todos por Holanda. (Vivo en un sitio lleno de extranjeros).

Por supuesto se sufrió de manera patológica. Ir ganando 2-0, y que te empaten treinta segundos antes de terminar el partido, es un dolor agudo en el pecho. Literal. Los holandeses se marcharon del bar luego del 2-2. No vieron el tiempo suplementario ni los penales. Madre de Dios, ese tiempo suplementario estás cortando clavos y rezando en todas las lenguas posibles. Y llegaron los penales. E íbamos ganando! Gracias al Dibu, nuestro arquero-portero. y a los “scorers”, pero luego el peligro. Dos fallos y pendemos otra vez de un hilo. Y gracias al penal de Lautaro, otro triunfo y otro alivio. MONUMENTAL.

Y a semifinales. Hasta aquí, un parto de quintillizos, la verdad. Pero se disfruta. ¿Somos masoquistas?

Y llegó la semi, y justo el día anterior nos fuimos a hacer un tatuaje, y la chica que nos tatuó nos pasa EL DATO: un bar de argentinos donde se juntan a ver todos los partidos. Y claro está, fuimos.

La amiga china-sueca, el sueco y yo, la argentina, al bar argentino. El bar hasta arriba de gente; es un restaurante, es grande. LLENO, llenísimo. Todos de celeste y blanco, todas las edades, una fiesta. Banderas, caras pintadas, bombos, y percusión. Ritmos de cumbia y las canciones típicas de fútbol, y de los mundiales, más las que está de moda, sonando, y ¡todos cantando!

Nos sentamos en el patio: pantalla gigante, cervezas, empanadas, algún choripán (yo, vegetariana, sólo pude entrarle a la pizza fugazzetta). El patio estaba lleno también. Al lado, en la parcela colindante, estaban unos argentinos haciendo un asado. Orgullosos me enseñan “el pedazo de carne”. Se olía y saltaban chispas. Se comentaba “se van a prender fuego las banderas”.

Jugamos contra Croacia. Fue un partidazo. Empezó con poca posesión y teníamos un susto de muerte. Pero, como cuando se abre el cielo de nubes, se despeja, Lio abrió la puerta del gol con un penal, y a partir de ahí, magia. Sufrimiento hasta ek final, por supuesto. Yo dije “3-0”, y nadie apostó por mí, porque iba a ser un juego defensivo por ambas partes. Pero mira: acerté y celebré por todo lo alto. Y videollamadas de por medio con Buenos Aires (hermanos) y Madrid (hijos), celebramos cada gol, y luego vino la fiesta. Música, una bandera gigante, petardos, baile… Bocinazos… Y a casa, a soñar con la final.

Y hoy es la final. Estoy nerviosa, cómo no. Tengo preparada la camiseta y las banderas y la amiga china-sueca y mi compañero estarán ya sentados en el patio de El Gato 2, para vivir la fiesta. Saldré del trabajo y volaré hasta esa mesa, donde me reencontraré con mi amor, mi amiga, mis compatriotas. El poderío del fútbol, el deporte, la fuerza, las ganas, la ilusión,. Las llamadas con mi familia en Argentina y mis hijos en Madrid. Es tanto lo que te da, que merece la pena vivirlo y sufrirlo.

Hoy me visto de albiceleste, como nos llaman los reporteros. Y a gritar los goles. Que levantemos la tercera copa. Amén.

¡VAMOS ARGENTINA, CARAJO!

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9 comentarios en “El mundial.”

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