Agridulce.

Hola. ¿Cómo estás hoy?… Yo… Agridulce. 

Resulta que me hicieron un gran regalo. Un libro que se llama, Agridulce (Bittersweet) , de Susan Cain. ¡Qué felicidad me dio reconocerme en unas páginas! Te lo voy a explicar.

Toda la vida fui, soy, muy emocional. “Sos muy ciclotímica”, siempre me dijeron. Y sí, es verdad. Quizás. Viví media vida en Buenos Aires. Allí el clima condiciona, y yo iba con el clima. El sol me encendía el corazón, dos o tres días, luego las nubes, tristeza inexplicable, luego la lluvia furiosa, rabia, bronca, frustración, y vuelta a empezar. No diré que no es difícil convivir con un Ser Humano así. Debe ser, lo era para mí… Lo habrá sido para mi madre, hermanos, parejas… 

La otra media vida en España, hubo un cambio: es mucho más estable el clima en Madrid. Una vez me dijo alguien “En MAdrid tienen el sol alquilado”. Casi siempre sol, lo cual te da ciertas garantías. Sumado a la pseudo estabilidad económica y la seguridad ciudadana (comparada con la Buenos Aires que dejé en 2001, bueno, y la de ahora quizás también)… Es más fácil ir encontrando el centro, el equilibrio. Lo único que altera mi sistema nervioso es encontrarme con una cucaracha, aunque también el precio de la gasolina…

Así y todo, muchas veces estuve en el cielo o el infierno, en mis polos, sobre todo cuando me toca, más o menos cada siete años, el vacío existencial y carencia de sentido, el replanteo total de mi vida. Momentos bisagra, ciclotimia al extremo. 

Puntualmente, el último episodio, en 2021. Una inestabilidad emocional galopante. Claro, procedo a enumerar algunos acontecimientos sucedidos. Si siempre se ha dicho que una mudanza, una separación, una muerte cercana, un cambio de trabajo, son cambios enormes que generan mucha inestabilidad, ni hablar si tienes casi todos juntos. 

El año de la pandemia fue súper productivo para mí: saqué mi propio disco, lo compuse, produje, hice los vídeos y lo presenté en Buenos Aires. Y creé mi curso de Gimnasia Hipopresiva online. Muchísimo trabajo. ¡Ah! Además terminé otro libro que tenía en el tintero, y escribí dos obras de teatro, que no sé si algún día existirán, pero tenían que salir. 

Claro, mucha actividad, producto de una muerte interna profunda. Una PANDEMIA no es poca cosa señores y señoras, para empezar, estaría bien estar consciente de lo que significa haber atravesado eso.

Sumemos un okupa en un piso de mi propiedad que me arruinó, y me estresó, y me robó mi libertad financiera, así, de un plumazo. Me dejó muy agotada y con un sentido de vulnerabilidad total. Esto sí alteró mi sistema nervioso.

Sumemos una separación de una relación de doce años. 

Sumemos quedarme sin mi hogar, con mis pareja e hijos y auto-exiliarme a Argentina cuatro meses, para recomponerme un poco, y para luego vivir alquilada unos meses cerca de mis hijos para poder verles. Siempre con la sensación de estar de paso, y a un precio (económico y emocional) muy alto.

Ya llevo, pandemia, separación, mudanzas -en plural-, bancarrota… Y agreguemos falta de trabajo. Un buen combo.

Pero el Camino de Santiago, en junio de 2021 empezó a cambiar la energía, y empezó a recomponerse todo, eso sí, lentamente. Algunos ámbitos de manera imperceptible. (A veces no le doy crédito a lo lento, no le doy oportunidad).

Justo antes del camino, con estos sube y baja emocionales, con mi terapeuta decidimos consultar un psiquiatra, por ver si necesitaba medicarme. Resultó que sí, y comencé a medicarme. Una dosis baja de lo que se administra para la bipolaridad. Me daba pudor decirlo, ahora no. Pensé que le daría un respiro a mi sistema nervioso, y yo, que siempre me rehusé a las drogas, ahí estaba, con mi mini pastilla diaria.

Empecé a sentirme mejor. Quizás era la pastilla, quizás el Camino de Santiago, quizás ambos. Pero ahora entiendo algo que entonces no entendía.

Yo no soy bipolar. Yo soy altamente sensible, y pasé muchas cosas en poco tiempo, y tuve que ser fuerte y seguir proveyendo, y andando mis pasos. No pude parar a descansar demasiado (los meses de Argentina fueron lo más parecido a un remanso, mechados con mi obsesión por producir). La tristeza está bien, no hay que evitarla, no es la lepra. Se la etiqueta como emoción “negativa”, pero es una emoción, tan necesaria como las otras. Gracias a la tristeza, existe la alegría. Y, gracias a mi sabia hija, y a mi sabia amiga Nuria, decidí transitarla. Abandonar por un rato el discurso de Super Woman, de pensamiento positivo -muchas veces necio y ciego, y carente de humanidad-, y entregarme a la tristeza. Pues me llevó de la mano a la alegría. 

No quiero negar una enfermedad. Ni soy experta en la materia. Habrá muchas personas que necesiten de la medicación. A veces me pegunto si las enfermedades mentales son sólo consecuencia del mundo en que vivimos. Un alma sensible no comprende este mundo; es muy difícil vivir en él. 

Yo hablaré por mí, y lo que yo siento. No soy bipolar, soy humana. Como todos ustedes, como todos vosotros. 

Ahora, leyendo este libro, lo entiendo más. Ahora me comprendo, me abrazo, me acepto, y con todos mis colores de emociones diferentes, enarbolo la bandera de Ser Humana. 

Espero que esto te sirva. A mí me ha servido saber que tengo permiso para estar triste y que puedo habitar la tristeza un rato. Que no pasa nada. Te abrazo.

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